Prólogo Mayo Joe Jonas volvía a la carga. ________ miró los dígitos luminosos de su despertador. No había pasado ni una hora desde el último orgasmo. Al menos eso era lo que había deducido por los gritos de la mujer y el gemido de satisfacción de Joe. Y otra vez volvían a empezar. ¿Qué le pasaba a aquel hombre? O mejor dicho, ¿quién estaba con aquel hombre? Una mujer afortunada, desde luego. Rubia y con una talla 100, como ________ había visto con sus propios ojos. Mientras que ella, con una discreta talla 80 y sin un orgasmo desde que se mudara a aquel apartamento el año pasado, estaba obligada a oír los continuos golpes en la pared que separaba las dos viviendas. Bueno, quizá no estuviera obligada a escucharlos. Podía irse al salón, poner un CD de Sting en el equipo estéreo y ahogar los jadeos. Eso había hecho durante el primer asalto. O al menos eso había intentado. Patética como era, no había resistido la tentación de volver al dormitorio para escuchar el apoteósico final. A juzgar por las reacciones que llevaba provocando en su novia durante seis meses, Joe orquestaba unos finales realmente formidables. Y parecía dispuesto a repetir la proeza, según indicaban los jadeos de Miss Silicona. Nunca un hombre había hecho gemir así a ________. Exceptuando a aquel idiota de Sherman que le aplastó la cabeza contra el cabecero y a punto estuvo de provocarle una conmoción cerebral antes de darse cuenta de que los gritos de ________ eran de socorro y no de aliento para que empujara con más fuerza. Joe nunca cometía una equivocación semejante. Era evidente que conocía a las mujeres, por cómo las había fotografiado para la colección de bañadores que publicaba aquel mes el Instant Replay. ________ estaba convencida de que su novia era la chica con el biquini morado de la portada. Su certeza no se basaba en que la hubiera visto salir del apartamento con un tanga, pero las medidas de sus pechos parecían las correctas, y su rostro lucía la expresión y los pómulos marcados de una modelo profesional. Sí, Joe conocía bien a las mujeres, como atestiguaban los gritos de placer femenino que traspasaban la pared. Gritos que fueron subiendo de tono e intensidad, en la misma proporción que la inquietud de ________. Esperó a que los jadeos de Joe se unieran a la mezcla sonora, pero en vez de eso volvieron a oírse los gemidos de su novia. —Sí, sí, sí, sí… —sus gritos repetitivos delataban a toda una mujer multiorgásmica, sin duda. _________ se levantó de la cama y se dirigió hacia el equipo estéreo del salón. Golpear la pared con el puño no era una opción. Llevaba seis meses escuchando la sinfonía coral dos o tres veces por semana, y si aporreaba la pared a esas alturas estaría revelándole a Joe su particular curiosidad auditiva. Tal vez debería comprarse un vibrador y apañárselas ella sola, pero con eso estaría admitiendo que no iba a acostarse con un hombre a corto, medio ni largo plazo. Y su optimismo innato le hacía conservar la esperanza. A la luz de una farola que brillaba tras la ventana, introdujo un CD en el equipo y subió el volumen. A continuación, decidió que se comería un plátano para la satisfacción oral. Dios, necesitaba a un hombre. ¡Una cita! Por desgracia, la decisión que había tomado el año anterior había reducido drásticamente las posibilidades. Su mejor amiga, Shauna, atribuía la culpa a la personalidad propia del signo Cáncer. Fuera cual fuera la razón, tenía un don para atraer a aquellos hombres que hubieran sido recientemente abandonados. Y una vez que ella sanaba sus corazones rotos, todos seguían su camino. Por lo visto, no les gustaba que les recordaran que una vez habían sido extremadamente frágiles y vulnerables. Le dio un mordisco al plátano. Un pobre sustituto comestible. El mundo de los hombres parecía establecer una división cada vez más clara entre los que eran rechazados y los que ya estaban comprometidos. Shauna había dado excepcionalmente con un espécimen sin compromiso y con el corazón intacto, y ahora era su prometido. Ver a Shauna paseándose con la expresión de una mujer que podía tener sexo siempre que quisiera no ayudaba a _______ a sobrellevar su frustración en absoluto. Como dama de honor de su amiga, ________ tenía que acompañar a Shauna a Divine Events, la empresa organizadora de bodas. Era una agencia fabulosa para cualquier chica que disfrutara de una vida sexual activa o, al menos, de la perspectiva de tenerla. En la recepción vieron el libro rojo forrado en piel, cuyas páginas llenas de fantasías sexuales estaban destinadas a ser arrancadas. Al menos eso era lo que decía Shauna, quien ya había arrancado bastantes. Pero ella tenía un hombre con quien poner en práctica esas fantasías, mientras que ________ tenía que sufrir la tortura de vivir junto a un dios del sexo con ojos pardos y cuerpo hecho para el pecado. Joe era un hombre comprometido cuando se mudó allí, y seguía siéndolo. Era lógico. _______ no podía imaginarse a nadie abandonándolo. Joe ofrecía una combinación letal de carisma, encanto y una pequeña dosis de malicia. ________ había observado su malicia desde lejos, pero había visto su encanto muy de cerca, en el lavadero de los apartamentos. Después de encontrarse allí por casualidad un sábado por la mañana, Joe y ella habían descubierto que tenían tanto en común para hablar mientras la ropa se lavaba que desde entonces se había convertido en una costumbre. Sin embargo, ella jamás podría confesarle que oía sus orgasmos a través de la pared. Era una verdad demasiado embarazosa. Porque realmente tenía orgasmos increíbles. A pesar de Sting y los mega decibelios, podían oírse los gritos frenéticos, roncos y agudos de la pareja que compartía el momento sublime. No había más remedio. Tendría que conseguir un vibrador… o un hombre de verdad, cargado de testosterona, dispuesto a complacerla y con garantía absoluta de que la llevara al orgasmo |
Última edición por ale_95_12 el Dom Nov 01, 2009 4:00 am, editado 1 vez